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Sin moneda, ¿ni billetes? El Gobierno lanzó una jugada al filo de la suerte

Ya no sólo se habla de la falta de moneda, sino de la propia escasez de los billetes, algo que podría notarse hacia fin de año.

Los políticos europeos consideran que devaluar es una deshonra. Esa creencia parece no haber llegado a la Argentina con la inmigración, algo que le abre la puerta a un argumento provocador de los economistas ortodoxos. Como una de las tareas de la moneda es ser depósito de valor y el peso lo hace malamente sería, dicen, una cuasimoneda.

Un conjunto de decisiones que tomó el Gobierno en los últimos meses pone la discusión un poco más allá de los límites habituales. Ya no sólo se habla de la falta de moneda, sino de la propia escasez de los billetes, algo que podría notarse hacia fin de año.

Todo comenzó cuando la política se inmiscuyó con la planificación del Banco Central. La entidad monetaria preveía a esta altura del año tener listos para su uso 140 millones de billetes de $5000, a los que se sumarían otros 60 millones el mes próximo. Casa de Moneda, la fabricante, ya había comprado el papel, las tintas, definido su diseño y comenzado con las pruebas. Pero una contraorden lo frenó. Es conocida la aversión de la vicepresidenta Cristina Kirchner a imprimir billetes de mayor denominación porque evidencian su pérdida de valor.

La línea del BCRA consideraba que el nuevo papel terminaría con todos sus problemas logísticos, aunque sin esa alternativa cambió rápido sus planes. Así fue como le ordenó a Casa de Moneda orientar todos sus recursos a la impresión de billetes de $1000, el de mayor circulación hasta ahora. Varios documentos atestiguan ese viraje.

El BCRA preveía a esta altura del año tener listos para su uso 140 millones de billetes de $5000, a los que se sumarían otros 60 millones el mes próximo. Ya se había comprado el papel, las tintas, definido su diseño y comenzado con las pruebas. Pero una contraorden lo frenó.
El BCRA preveía a esta altura del año tener listos para su uso 140 millones de billetes de $5000, a los que se sumarían otros 60 millones el mes próximo. Ya se había comprado el papel, las tintas, definido su diseño y comenzado con las pruebas. Pero una contraorden lo frenó.

La imprenta pública que saltó a la fama en medio del escándalo Ciccone lanzó el último lunes una licitación para comprar más de un millón de hojas, y entre el 19 y el 20 de agosto pasados salió a hacerse de cientos de kilos de tintas especiales que requiere la impresión de esos billetes.

En junio, además, había cerrado la compra a Brasil de 1.974.000 hojas por US$1,89 millones, y al mes siguiente otra cantidad importante de tinta.

La Argentina recibirá un aporte adicional de billetes terminados de Brasil y se espera la colaboración de la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre de España, conocida por la historia de La Casa de Papel.

En julio pasado el influyente banquero Jorge Brito, dueño del Macro, sostuvo que no había billetes de $1000. «La Casa de Moneda está emitiendo todo lo que se puede y no alcanza», lamentó. El Banco Central desmintió al banquero en las palabras, pero le dio la razón en la práctica si se toman en cuenta las decisiones enumeradas en los renglones anteriores.

Casa de Moneda orientó sus recursos a producir billetes de $1000. En esta nota se ve la compra de cientos de kilos de tinta para imprimirlos.
Casa de Moneda orientó sus recursos a producir billetes de $1000. En esta nota se ve la compra de cientos de kilos de tinta para imprimirlos.

Casa de Moneda estaba entregando en junio pasado a razón de tres millones diarios de billetes de $1000. Es posible que el esfuerzo de producción industrial no alcance porque ese papel tienen un poder cancelatorio menor al de $5000 y el Banco Central continúa lanzando pesos al sistema para financiar la escasez de recursos públicos en la pandemia.

La alternativa elegida fue, entonces, la importación. Es un mal momento para comprar billetes fuera del país. Sucede que la emisión monetaria, costumbre en la Argentina pero rareza en otros países donde ya no se discute su relación con la inflación, es hoy la regla también de las economías avanzadas. Por eso hay lista de espera en las imprentas.

El 6 de junio pasado la Argentina lanzó una licitación para comprar billetes de $500. Aunque Casa de Moneda no lo dijo en los pliegos, era en la práctica la convalidación de una compra al exterior, dado que no hay talleres en el país con capacidad para hacerlos.

Fuentes al tanto de la compulsa sostienen que la empresa alemana G&D fue la ganadora. Pero el Banco Central dio marcha atrás con la contratación, si bien aún no hubo una comunicación oficial sobre ese punto.

El 6 de junio pasado la Argentina lanzó una licitación para comprar billetes de $500. Era en la práctica la convalidación de una importación. Pero esos papeles tampoco llegarán al país.
El 6 de junio pasado la Argentina lanzó una licitación para comprar billetes de $500. Era en la práctica la convalidación de una importación. Pero esos papeles tampoco llegarán al país.

Fue el segundo golpe de timón este año para el billete ilustrado por el yaguareté. En julio de 2019 se modificó la estimación del BCRA, que empezó a negociar con Casa de Moneda una adenda para el año 2020. Allí se estipulaba un encargo de 250 millones más de billetes de $500. Eran 400 millones de $500 en total para 2020, de los cuales la mitad se quiso comprar afuera.

La planificación quedó trunca cuando las nuevas autoridades pidieron hacer el de $5000. Ocurre que la imprenta estatal no tiene capacidad para responder a ambos pedidos al mismo tiempo.

Las idas y vueltas con el billete de $500 tienen un trasfondo fangoso. Una versión interna del BCRA sostiene que la entidad monetaria cuenta con los papeles suficientes para hacer frente a las necesidades, pero otros dicen que el organismo no quiso convalidar una licitación a la que se presentó sólo una compañía.

La empresa alemana, de todas maneras, hará su aporte a la masa de dinero que circula en la Argentina, ya que el Banco Central echó mano a una vieja partida de billetes de $100 entre los que se encuentran millones de papeles fabricados por esa compañía en 2015. Llegaron al país cuando el kirchnerismo ya había abandonado el poder y en el sillón de la entidad monetaria estaba Federico Sturzenegger, con ideas orientadas a lanzar billetes de mayor denominación y restringir la oferta monetaria.Sin nuevos billetes de $500, el organismo que maneja Miguel Pesce se enfrenta a un dilema de planificación. Es difícil de explicar por qué la misma gestión que consideraba apropiado lanzar un papel de $5000 ahora piensa que se puede arreglar con los de $1000 y los rezagados billetes de Evita.

La Fábrica Nacional de Moneda y Timbre de España fue una de las consultadas para hacer billetes.

El hecho de que pueda faltar dinero parece algo inverosímil. Es una posibilidad que oficialmente niega el Banco Central y rechazan algunos bancos. En la Argentina hay, sin embargo, pruebas recientes que le dan algo de crédito a los temerosos.

En 2011, frente a la negativa de aumentar la denominación de los billetes, escasearon y se encargaron importaciones de emergencia a Brasil. Distintas fuentes sin contacto entre sí que trabajaron en la cadena industrial temen que ese escenario vuelva a repetirse a fines de este año, cuando haya que pagar aguinaldos.

La falta de billetes de $500, además, podría generar un puente muy grande entre los de $100 y los de $1000.

En el mercado señalan al riesgo por la falta de billetes como el promotor de una amistad que a principios de año parecía esquiva. Las autoridades del Banco Central mostraron buenos modales en una reunión reciente con los titulares de las llamadas billeteras virtuales. Hace seis meses, los veían con desconfianza. En ocasiones, la necesidad puede tener cara de avance tecnológico.

Por: Pablo Fernández Blanco
Fuente:La Nacion 
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