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Ahora sabemos que siempre puede haber una grieta mayor

Como si la de ayer hubiera sido una jornada electoral más, el Presidente tuiteó temprano que, más allá del resultado de la votación por la legalización del aborto, ganaba la democracia. Seguramente, a la luz de los votos, el Gobierno ya habrá evaluado que aquello que en un comienzo pudo ser visto como un gesto de osadía política de Mauricio Macri -habilitar el debate parlamentario de un tema central, sensible y controvertido- terminó siendo un acto casi temerario que podría jugarle en contra, por generar expectativas que no se cumplieron y, peor aún, porque terminó dando lugar a la consolidación del pensamiento más conservador de la Argentina.

Cuando en las primeras horas de la madrugada llegó el resultado, no fue sorpresa para nadie: a los partidarios de la legalización los números no les daban desde hacía unos días y las maniobras para cambiar ese destino quedaban reducidas a la posibilidad de algunas ausencias o a una estrategia desesperada por encontrar un nuevo proyecto de consenso que pudiera reemplazar al que había obtenido media sanción en Diputados. Nada de eso ocurrió.

Quien pudo seguir la discusión parlamentaria, pudo apreciarlo. Si hasta ahora nos habíamos convencido de que como sociedad conocíamos la grieta, ahora sabemos que siempre puede haber una grieta mayor. Y es que lo que semanas atrás se había interpretado -de manera optimista- como una sana transversalidad a la hora del voto, en el Senado ese «desorden» fue peligrosamente más allá, ya que la discusión logró desdibujar las fronteras de los partidos dejándolos, en algunos casos, al borde de la implosión, como ocurre con el radicalismo y el PRO, pero también con las diferentes metamorfosis del peronismo.

El juego liberal de la democracia tiene sus riesgos, y si alguien creyó ver en este debate el equivalente a lo que fue la discusión por el matrimonio igualitario para el gobierno de Cristina Kirchner, no debería olvidar que, en aquella oportunidad, la Iglesia movió sus piezas con intensidad y presión -igual que ahora-, pero se encontró con una férrea disciplina partidaria que esta vez no existió. Entonces, con Néstor votaron todos. Ahora, con la «libertad de conciencia» autorizada por el Presidente, cada cual hizo su juego y lo personal y lo confesional mandaron sobre la política.

Por otra parte, si alguien pensó seriamente que el tema del aborto podía habilitar una mirada menos prejuiciosa sobre el Gobierno o sobre la figura de Macri, cuesta creer que cerca suyo no hayan advertido que lo peor podía provenir del fuego amigo. O amigas, más bien. Las mujeres más importantes del entorno presidencial son personas muy cercanas a la Iglesia Católica y no solo se oponen a la ley sino que son fuertes militantes en contra de la legalización del aborto.

El presidente Mauricio Macri habló antes de la votación en el Senado: “No importa cuál sea el resultado, ganará la democracia” (Foto: Federico Lopez Claro)

Aunque Elisa Carrió se mantuvo esta vez extrañamente prescindente -salvo en aquella entrevista en la que aseguró que a Macri lo habían llevado «engañado» a presentar la iniciativa-, la vicepresidenta Gabriela Michetti se expresó en contra y de manera rotunda en varias oportunidades y, en alguna de ellas, de modo brutal, como cuando declaró que no estaba a favor del aborto ni siquiera en casos de violación. Vidal, por su parte, siempre se declaró contraria al aborto y hace algunas semanas se sacó una foto con el pañuelo celeste.

Durante el debate de ayer en el Senado, la militancia de Michetti pareció expresarse sin filtro en diversos momentos que alternaron la impaciencia, el enojo, el apuro y el alivio. A la interrupción constante a una senadora de Mendoza (Pamela Verasay) que votaba a favor, la innecesaria discusión con el senador radical Luis Naidenoff y el reclamo a los legisladores para que votaran antes de las 22 del que luego tuvo que desdecirse, habría que sumarle lo que fueron los incidentes con los agentes de Seguridad, quienes no permitieron el ingreso de las diputadas impulsoras del proyecto, conocidas como «las sororas» y -como luego se supo a través del encendido discurso de Pino Solanas- tampoco permitieron que ingresara Nora Cortiñas, quien había llegado en silla de ruedas, ambas medidas que habrían sido ordenadas por la vicepresidenta. Desde Diputados, donde estuvieron viendo el debate, Karina Banfi, una de las diputadas impedidas de ingresar habló con Infobae.»Esta ley es para el futuro. Es el sueño de sentirnos como mujeres libres en esta democracia. El grito de las hijas hará que sea ley», dijo, mientras aún no se había llevado a cabo la votación.

A Michetti, además, ayer el micrófono le jugó dos malas pasadas, que también podrían verse como excesos de la adrenalina puesta en juego. La primera fue durante el incidente con Naidenoff, quien regresaba al recinto luego de una tragedia familiar. Entonces, sin darse cuenta de que el micrófono estaba abierto, insultó al senador por Formosa, quien había salido en defensa de una colega. Luego, sobre el final de la jornada, no pudo esperar a estar sola para celebrar el triunfo, luego de la votación: «Vamos, todavía», se entusiasmó. El micrófono seguía abierto.

La gobernadora María Eugenia Vidal -quien en privado explica que su oposición al aborto tiene tres raíces, una personal, una religiosa y una filosófica– señaló públicamente que para ella sería un alivio que la ley no saliera y también se detuvo en objeciones prácticas como lo que supone serias dificultades para la implementación de la ley en los hospitales de la provincia de Buenos Aires.

Vidal -quien curiosamente eligió el día de ayer para hacer las primeras declaraciones luego de la tragedia en la escuela de Moreno que le costó la vida a dos personas- se reconoce desde siempre como una persona que está en contra del aborto pero es, al mismo tiempo, consciente de que el reclamo popular va creciendo.

«No sale ahora, pero va a salir: la sociedad lo está pidiendo», se le escuchó decir esta semana antes de la votación y con mirada pragmática. Para Vidal, igual que para el presidente, el debate en Diputados fue un ejemplo de discusión política transversal y civilizada, aunque mira con disgusto y preocupación el tono que adquirió llegando al Senado, tanto adentro como afuera del Congreso. «No puede ser que unos acusen a los otros de ‘asesinos de madres’ y, del otro lado, la acusación sea ‘asesinos de bebés'», es su queja.

María Eugenia Vidal expresó claramente su rechazo a la legalización del aborto (Gustavo Gavotti)

Aseguran que la Gobernadora se irrita particularmente con aquellos que durante estos meses se llenan la boca hablando del aborto en nombre de los pobres, dice que hablan sin saber. Para Vidal, el aborto no es un problema de las clases bajas. «Hace 15 años camino las villas una vez por semana, primero en Capital y ahora en la Provincia y nunca ninguna mujer se acercó para reclamarme la legalización del aborto«, dijo ante unos pocos, en sintonía con el discurso de religiosos como el Padre Pepe y -he aquí nuevamente la transversalidad del tema- como la senadora kirchnerista García Larraburu, quien anunció su voto en contra del proyecto con declaraciones del estilo «las pobres no abortan». Se trata de la misma senadora que ayer, al justificar su negativa, dijo que el aborto «es una solución escandinava para una realidad que en muchos aspectos está cercana a Haití».

Como ocurre en todas las casas de la Argentina desde el mes de marzo, en la casa Vidal también se discute el aborto: dos de sus hijas -alumnas de escuela privada y laica- son adolescentes y, también como en tantas otras familias, una de ellas está a favor de la legalización y la otra, en contra. La gobernadora, al igual que los senadores que votaron en contra del proyecto que llegó desde Diputados, sabe perfectamente que de la verdad no se vuelve y admite en privado que en la próxima campaña electoral el aborto será un tema central y será entonces clave la posición que cada candidato tenga sobre el asunto.

Fervor por el debate

El debate en el Senado se siguió con fervor por la tele y por internet y las redes sociales fueron una réplica del entusiasmo que en las calles tenían los abanderados del verde y del celeste. Aparecieron frase y gestos que quedarán registrados como el «aborto a demanda» de Fiad, la senadora por San Juan que no leyó el proyecto pero igual votó por el No, el «Bravo, chicas», de Pino Solanas o las infelices palabras del senador por Salta Urtubey, quien terminó diciendo que una violación intrafamiliar no entraña violencia, en una declaración que primero intentó traducir -sin éxito- Federico Pinedo y luego -también sin éxito- el  mismo Urtubey.

Aparecieron también frases y datos productos de la ignorancia o de la mentira. Varios senadores -es el caso de Rubén Uñac, de San Juan- con los costos de los abortos, siempre hablando de cirugías cuando ya hace tiempo se sabe que el 80% de los abortos se hacen con medicación. Hubo también una senadora contraria a la ley que habló de trágicas consecuencias, con mujeres que quedan con tendencias suicidas y también otra que dijo que el proyecto con media sanción les permitía a las mujeres abortar hasta el noveno mes, incluso un día antes de dar a luz.

Los pañuelos verdes se convirtieron en un símbolo de la lucha para que se legalice la interrupción voluntaria del embarazo (Foto: Julieta Ferrario)

Hubo momentos intensos, en los que no solo se habló por primera vez de aborto en el Senado sino que comenzó a «revolverse» otro tipo de información, la de una realidad del país que no se ve, como cuando la senadora Beatriz Mirkin de Tucumán declaró, exaltada: «¿Qué somos las mujeres, vientres o personas con derechos?, y al borde de la indignación dijo que la enojaba mucho que se hablara de dar los niños no deseados en adopción. Mirkin dijo que conocía la realidad de la adopción de su provincia, una forma de adopción selectiva en la que «nadie quiere a los negritos».

También se lo vio hablando con intensidad al kirchnerista Marcelo Fuentes, que hizo una encendida defensa de las mujeres. «Aparecemos inmaculadamente hablando de la vida por venir, ¿y qué carajos pasa con la vida que tenemos ahora al lado?»

Así como hubo senadores que siempre estuvieron a favor del proyecto de legalización y se pusieron al hombro la tarea -ahora frustrada- de sacar la ley, como Miguel Ángel Pichetto, quien en uno de los mejores discursos de la jornada lamentó que la ley no se hubiera tratado antes -un cuestionamiento no tan indirecto a Cristina Kirchner- y criticó a Macri por no jugarse con claridad sobre el tema, hubo otros legisladores que reconocieron haber cambiado su manera de ver las cosas en este tiempo. Una de ellas fue Gladys González.

«Ahora veo una realidad que yo antes no veía, la de salvar la vida de una mujer que no se acerca al Estado porque el aborto está prohibido. Queremos todos salvar las dos vidas y no estamos salvando ninguna. Como gran parte de la sociedad, yo también he madurado», dijo, en uno de los discursos más conmovedores de la jornada. «No quiero seguir formando parte de un Estado que sigue ignorando a las mujeres. Sueño para las mujeres argentinas lo mismo que para mis hijas. Me hago cargo, no quiero mirar para otro lado».

Otra de las personas que reconoció haber cambiado su modo de abordar el tema del aborto fue la ex presidenta Cristina Kirchner, quien luego de gobernar por 8 años sin que el proyecto haya llegado nunca al recinto, debió explicar ayer por qué finalmente había decidido acompañar la iniciativa. Lo primero que hizo fue desmentir las versiones que aseguraban que su hija Florencia, militante feminista, era quien la había persuadido. Dijo que no era tan así. «Si quieren saber quiénes me hicieron cambiar de opinión, fueron las miles y miles de chicas que se volcaron a las calles. Verlas abordar la cuestión femenina, criticar pero también describir la realidad de una sociedad patriarcal, nos debe colocar a todos en un lugar distinto», explicó.

Entre las cosas positivas que deja el debate hay una que es clave y es que comienzan a transparentarse las cosas. Hoy todos saben que las mujeres abortan. Saben también que es algo que atraviesa las clases sociales, que lo hacen en la clandestinidad y, muchas veces, en las peores condiciones. Saben además que, aunque la ley contempla el aborto por causales, en la realidad no se cumpleporque no todos los distritos adhieren al protocolo de aborto no punible (en ese sentido, fueron clave los discursos de los senadores cordobeses que contaron la realidad conservadora de su provincia e intentaron un proyecto de consenso hasta último momento). Y saben algo más, porque aunque una larga mayoría de quienes votaron en contra tuvieron la palabra educación en sus discursos como una especie de talismán, quedó en claro que tampoco se cumple en todo el país la Educación Sexual Integral, pese a que también es ley.

Por eso, porque ahora las cosas ya están puestas sobre la mesa, quienes votaron en contra de la legalización de la interrupción voluntaria del embarazo ya no podrán argumentar que no sabían y deberán hacerse cargo de su voto, fundamentalmente aquellos que votaron en contra sin haber ni siquiera presentado un proyecto alternativo para superar lo que todos, de uno y otro lado, denominan un drama.

Terminó una batalla, pero la pelea sigue. Ya no se trata de Capital versus Provincias, también en términos geográficos la transversalidad manda. Esta vez, dos de los senadores de CABA votaron en contra de lo que se supone es una ley de modernización de la sociedad. Desde el movimiento de mujeres se declaran en estado de movilización: «Nos deben el derecho que ganamos en la calle», aseguraron ayer las dirigentes de la Campaña por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito. Mientras del lado de adentro de la clase política, algunos respiran porque consiguieron frenar al menos por un tiempo un impulso libertario que pone en jaque sus prioridades religiosas o morales, del lado de los ciudadanos, que también son los votantes, seguramente habrá memoria de los nombres de la política que, habiendo tenido la oportunidad de cambiar la historia eligieron mantener un estado de cosas que debería avergonzarlos.

El proyecto no puede volver a presentarse hasta el año próximo. El año próximo hay elecciones. ¿Alguien cree en serio que esta pelea terminó?

Por Hinde Pomeraniec

Fuente: www.infobae.com

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