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PEREGRINACIÓN DIOCESANA AL SANTUARIO NACIONAL DE NUESTRA SEÑORA DE LUJÁN. HOMILIA DE MONS. SANTIAGO OLIVERA, OBISPO CASTRENSE DE ARGENTINA

«Querida Madre de Luján, tus hijos de la Diócesis Castrense, Fuerzas Armadas y de Seguridad de nuestra Nación, venimos aquí, a tu casa. Venimos como Peregrinos, por lo tanto, venimos con numerosos hermanos de nuestras familias y lugares de servicios que nos han pedido oraciones, súplicas y acciones de gracias. Venimos con aquellos que no han podido venir, los enfermos y presos de nuestras fuerzas.
En la cercanía del día de la Madre, pedimos por ellas, las que nos acompañan desde la tierra y por las que ya nos precedieron al cielo. Pedimos especialmente por las que más están sufriendo.
También con alegría recibimos a los fieles del Obispado, pertenecientes a la Policía de Seguridad Aeroportuaria. Bienvenidos a esta familia diocesana. Renovamos el deseo de servirlos.
En el Evangelio aparece María como peregrina ya que tuvo que ponerse en camino constantemente.
María «avanzó en la peregrinación de la fe, y mantuvo fielmente la unión con su Hijo hasta la cruz» (LG 58).
María acudió presurosa a una aldea de la montaña a visitar y a ayudar a su pariente Isabel.
María sintió, como los pobres, que no había sitio para ellos en la posada de Belén.
María experimentó en carne propia la dureza de tener que dejar la patria, huyendo a Egipto, para librar de la persecución de Herodes a su Hijo, recién nacido, y compartió el dolor de los desplazados, exiliados, emigrantes.
María subió al Templo de Jerusalén con José y su Hijo. María subió al Calvario donde crucificaron a Jesús … y allí permaneció de pie junto a la Cruz de su Hijo, no sin designio divino.
Y María permaneció fiel.
María nos acompaña en el camino de la vida, nos sostiene y alienta con su protección maternal en el caminar por este mundo a la Casa del Padre.
Hoy le pedimos: «Santa María, ven con nosotros a caminar…».
Hemos venido como peregrinos, caminantes de este tiempo y en esta Patria nuestra, Argentina. Venimos pidiendo el don de la paz, venimos pidiendo el don de la justicia en la verdad, venimos pidiendo por los que sufren, por los que están solos, por los que están enfermos, por los que están presos. Venimos pidiendo por el encuentro de todos.
Aquí estamos Madre. Aquí estamos Señor. Tu nos conoces y conoces nuestras alegrías y nuestras angustias, nuestros deseos más profundos y nuestras necesidades. Aquí estamos, de pie, como María. Caminamos en la certeza de la fe. En Ti confiamos y esperamos.
Queremos asumir el Espíritu de las Bienaventuranzas a la luz de la Exhortación Apostólica sobre la Santidad del Papa Francisco:
“Felices los que tienen hambre y sed de Justicia, porque ellos quedarán saciados”
Hambre y sed, nos recuerda el Santo Padre, son experiencias muy intensas, porque responden a necesidades primarias y tienen que ver con el instinto de sobrevivir. Hay quienes con esa intensidad desean la justicia y la buscan con un anhelo tan fuerte. Jesús dice que serán saciados, ya que tarde o temprano la justicia llega, y nosotros podemos colaborar para que sea posible, aunque no siempre veamos los resultados de este empeño. Pero la justicia que propone Jesús no es como la que busca el mundo, tantas veces manchada por intereses mezquinos, manipulada para un lado o para otro. Y esto lo sabemos bien, lamentablemente nuestras Fuerzas, nuestras familias, nuestra Patria lo experimentan hoy.
Pedir justicia para todos y no venganza, parece que es causa de un escalón más en nuestras diferencias y grietas argentinas. Pedir justicia como camino cierto a la paz, pedir verdad, misericordia y reconciliación, supone no pocas veces, ser mal interpretado y calumniado y paradójicamente son las raíces más profundas de nuestra fe y del Evangelio. Ayer, en la Catequesis de los miércoles el Santo Padre, nos recordó que a los ojos de Dios toda vida es valiosa, sagrada e inviolable, porque somos su imagen y objeto de su amor infinito…” la vida humana, prosiguió el Papa tiene necesidad de amor auténtico, es decir un amor como el de Jesucristo, lleno de misericordia, que perdona y acoge sin condiciones… No podemos sobrevivir sin misericordia, todos tenemos necesidad del perdón, por eso si matar significa destruir, suprimir o eliminar a alguien, no matar en cambio es cuidar, valorizar, incluir y perdonar a los demás” nos compartió él Papa. A la luz de esta enseñanza todos podemos sabernos deudores y pedir perdón porque en nuestra historia argentina nos hemos amado como nos enseñó Jesús.
Perdonar es intentar reproducir en nuestras vidas un pequeño reflejo de la perfección de Dios, que da y perdona sobreabundantemente. Jesús no dice: felices los que planean venganza, sino que dice felices a aquellos que perdonan y lo hacen “setenta veces siete”. Es necesario pensar que todos nosotros somos un ejército de perdonados. Algunos en nuestra Patria quieren hacernos olvidar la clave del Evangelio, como son el perdón, la reconciliación y el respeto a todos sin excepción, en definitiva, la auténtica misericordia.
María, en este año queremos especialmente poner bajo tu manto la vida de los tripulantes del ARA San Juan. La vida y el consuelo de sus familias. Que sepamos también como argentinos reconocer las ofrendas de tantos hombres y mujeres de nuestra Patria que por el bien de ella entregan sus vidas.
Hemos escuchado el Evangelio de San Lucas, en la fiesta del Evangelista de la mansedumbre. El Apóstol es aquel elegido por el Señor que Anuncia la Buena Nueva y prepara el camino del Señor anunciando su paz, curando a los enfermos y manifestando así la venida del Reino. El Reino de Dios está cerca. En cada oración del Padre Nuestro, pedimos: ¡Venga a nosotros tu Reino!
El Reino de Dios es el Reino de la Paz, del perdón, del amor, de la verdad y de la justicia. Pedir el Reino nos pone en acto, pedimos y hacemos o debemos hacer presencia del Reino.
El odio, la venganza, la injusticia, la indiferencia no son el Reino de Dios entre nosotros.

Con esperanza renovamos la certeza del Reino. Venga a nosotros tu Reino, Señor. Te lo pedimos desde este Santuario Mariano, escuchando de María que nos invita a hacer lo que Jesús nos diga.» –

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